El misterio de la Santísima Trinidad es central en la fe y la vida cristiana; sólo Dios puede darlo a conocer. La Encarnación del Hijo de Dios revela que el Hijo es «de la misma naturaleza que el Padre»; el Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo «de junto al Padre» (Jn 15,26), revela que Él es con ellos el mismo Dios único. «Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria».Por la gracia del bautismo «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19) podemos participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad. Este es un dogma que compartimos con la mayoría de las iglesias cristianas y se expresa en las bendiciones cotidianas concedidas a hijos y ahijados.