El 2008 un año inolvidable por varios motivos, inició mi vida como Investigadora de Asuntos Afro, Barack Obama un 4 de noviembre fue elegido como el primer presidente afroamericano, lo que representó uno de los días más felices en mi vida y tercero, por mi condición de Consejera de Asuntos del Pacífico de la Gobernación del Valle del Cauca, donde logré relacionarme con cuanta persona pude, busque a funcionarios, activistas, líderes sociales afro, y así pude interactuar con muchas personas del entonces Movimiento Social Afrocolombiano MSA.
Tuve un sueño en ese entonces, un sueño qué como derecho personal decidí trabajar para lograrlo y no paré desde ese entonces hasta hoy. Desarrollé acciones que pudieran llevarme algún día a participar activamente del MSA, espacio que la ley 70 de 1993 permitió reunir a las diferentes fuerzas e ideologías de los líderes y a todas las expresiones organizativas que a lo largo y ancho del país reivindicaban derechos integrales de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras.
El MSA como tal no tiene dueños, al movimiento pertenecemos todas y todos quienes decidamos seguir el camino de reivindicación encaminado a proteger los derechos integrales de nuestras comunidades; el derecho a pertenecer a este movimiento es un derecho inherente a nuestra condición étnico-racial y es un derecho que unos pocos nos quieren arrebatar con la premura y con la insistencia de que sólo unos pocos tienen derecho a representarnos y a ser vistos como únicos liberadores de nuestras causas.
El MSA ha pasado de ser una gran esperanza reivindicatoria de derechos étnicos en los años 90 a una atomización en la década siguiente. Sonará presuntuoso para algunos, pero al iniciar el año 2020 un grupo de personas hemos decidido hacer el intento de convocar a todos los sectores, a los inolvidables protagonistas de la mayor conquista del pueblo negro, que fuera la ley 70, a activistas, políticos, estudiantes, mujeres, jóvenes, integrantes de los espacios de representación, empresarios, académicos, colectivos, para que entre todos nos re-pensemos frente a los nuevos retos que nos depara la vida y la pandemia del Coronavirus que nos llegó y reafirmó las carentes condiciones de vida de nuestros pueblos negros, acompañada esta emergencia sanitaria de infraestructura hospitalaria deficiente, saneamiento básico precario, altos niveles de desempleo y la credibilidad de nuestros mandatarios literalmente quebrantada.
Se hace necesario deponer nuestras diferencias, solo por ellos, por nuestras comunidades, por los que nada tienen más que la esperanza de mejor futuro, con carencias evidentes y que en sus vidas sus esfuerzos no son suficientes para tener unos mínimos que les permita vivir con dignidad.
Desde el 27 de agosto de 1993 cuando en Quibdó (Chocó) se promulgó la ley de comunidades negras, se generó a lo largo y ancho del país una expectativa, las comunidades negras de Colombia eran reconocidos como grupo étnico, era reconocido el derecho a la propiedad colectiva, así mismo se establecieron mecanismos para la protección de la identidad cultural y el fomento de su desarrollo económico y social aún sin reglamentar. Pero estos hechos muestran que ese esfuerzo de hace 28 años debe ser superado en esta época donde hay muchos más y fuerzas más potentes para enfrentar el racismo de estado/institucional/estructural.
Santiago de Cali, 17 de mayo de 2020.