Por Diana Lucia Benítez Ávila
Pastoral Afro – Comunicaciones
En nuestra cotidianidad, nos enfrentamos a situaciones donde se ponen a prueba nuestra fe, amistad y confianza en Dios. Donde, de una u otra forma, te llegas a preguntar sobre el sentido de la vida y el propósito que tiene Jesús para ella. De repente, acontece una situación que no esperabas; te sientes derrumbado, crees que no hay solución al problema, te encuentras perdido sin un norte que seguir. Entonces evocas: ¿tienes un verdadero amigo?
Y en esa confusión olvidas las palabras de nuestro Padre en Juan 15, 4: “Permanezcan unidos a Mí, como Yo lo estoy de ustedes. Ninguna rama puede producir fruto por sí misma, sin permanecer unida a la vid. Y lo mismo les ocurrirá a ustedes, si no están unidos a Mí“.
Dios nos enseña que si confiamos de forma plena en su Palabra, con todas las fuerzas del corazón, estaremos unidos en su amor. De esta manera viviremos listos para dar frutos, y estos se manifiestan con el ejemplo. También nos dice que sin fraternidad en El, perderemos lo más preciado que guardamos en nuestro ser; terminaremos ahogados en un mundo de oscuridad al que no le encontraremos salida.
También nos habla de la felicidad que se manifiesta cuando sentimos o nos apropiamos su legado y lo establecemos como un referente para el trascurso de nuestra existencia. Nos da a entender que, en su infinita sabiduría, Dios nos escoge para que seamos el modelo de generaciones, la luz en medio de la oscuridad. De esta forma se establece una plena participación en la realización de su mensaje, como dice en Juan 15, 10: “pero solo permanecerán en mi amor si ponen en práctica mis mandamientos, lo mismo que yo he puesto en práctica los mandamientos de mi padre y permanezco en su amor. Les he dicho todo esto para que participen en mi alegría, y su alegría sea completa“.
El gran legado que nos deja es el de amarnos los unos a los otros como Él nos ama. Entregar nuestra vida por nuestros amigos, así como Él lo hizo por nosotros. No le importó brindarse, ni su condición de divinidad y humanidad, para mostrarnos su prueba más grande de amor que uno puede tener con otro. Sacrificó el don de la vida por el mayor sentimiento que podemos manifestar desde nuestro interior; no tuvo prejuicios y en ningún momento pensó en arrepentirse de no cumplir la Voluntad del Padre.
Este es nuestro Jesús, el ejemplo palpable del verdadero amigo, el que es capaz de entregarlo todo para hacerte feliz. El que te corrige de tal forma, con tanta bondad, que se hace entender. El que está allí cuando más lo necesitas, el que se regocija de tus alegrías y te alienta en las tristezas. Con sus acciones muestra su aprecio incondicional.
Y no solo eso: cuando nos invita a amar, lo hace también para que lo hagamos con nuestros enemigos. Que tengamos la humildad de aceptar cuando nos equivocamos con los demás, la tenacidad de asumir el verdadero sentir de una amistad. Solo de esta forma lograremos encontrar la paz interior y podremos ver la riqueza de las almas. Al hacerlo, tendremos la capacidad de mejorarnos desde nuestro espíritu y en el día a día como hermanos, en el vínculo de su amor infinito.
Para reflexionar
¿Cuáles son las acciones con las que demostramos a los demás el vínculo de amor y verdadera amistad que Jesucristo nos enseña?
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