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El pueblo guapireño, como la gran mayoría de la gente del Pacífico colombiano, es afrodescendiente. Los rostros de piel un poco más clara (“gente de color” o “blanquitos”) son escasos. Los ritmos, los acentos, las comidas… Todo es afro en Guapi. La alegría, la hospitalidad, la sonrisa, la espiritualidad y el trabajo duro son constantes. El gusto por el plátano y la gran variedad de sus pescados y comidas de río y mar sobrepasan con facilidad la poca información que tiene el foráneo al respecto. También se puede sentir la marginación, la cantidad de obras inconclusas que dan pie al malestar general respecto a su clase política y el gobierno central. Pero lo que más alegra y llena de vida sus comunidades son niñas y niños. Se gozan cualquier espacio, preguntan y juegan como ya casi no se ve en las grandes ciudades.
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