Por: José Camilo Urbano
Mientras nuestros gobiernos tienen sus ojos fijos en la pandemia, a nuestros líderes sociales los siguen matando sin compasión. Es decir, como si para estos grupos armados no existiera confinamiento. Si, los ojos deben estar puestos en la pandemia y sus avances, pero tenemos la responsabilidad de velar por el bienestar de nuestras comunidades, especialmente las más vulnerables. Y cuando hablo de vulnerabilidad, no hago referencia solamente a la pobreza, hago referencia a la invisibilización de estas comunidades invisibilizar también es vulnerabilidad. Colombia entera hoy pide o mejor, clama al cielo dos cosas:
1. Sanación para el pueblo Colombiano.
2. Paz para nuestros territorios.
Hoy más que nunca es un acto despreciable la muerte de tantos que buscaron en su vida luchar, sacar adelante y defender sus territorios, a los suyos y sus necesidades más oportunas.
Hoy es triste lamentar la pérdida de quien es vida fue Álvaro Narváez Daza, quien se desempeñaba como presidente y líder de la Junta comunal de de la vereda el Bado, en el municipio de Mercaderes, al Sul del Cauca.
Todas estas muertes también deben tocar el corazón y las mentes del pueblo Colombiano y más de nuestros gobiernos, ya que la vida es Sagrada, y la responsabilidad es defenderla, amarla y cuidarla es de todos.
Por último, alzamos nuestras voces como pueblos Afrodescendientes e indígenas, pidiendo a nuestros gobiernos seguridad para nuestros líderes, sus familias y sus territorios. Y a quienes empuñan las armas, por favor, no hagan más daños a nuestros territorios, déjenlos avanzar, no les quiten las ilusiones, los sueños, los ideales. Tristemente, al asesinar a un líder, también se va asesinando paulatinamente a las comunidades.
Por ello, como pueblos Afrodescendientes e Indígenas, nos unimos a las palabras de monseñor Luis José Rueda Aparicio cuando dice: “Estamos dispuestos a dar nuestra vida, a morir si es el caso por defender, anunciar el Reino y acompañar a nuestros pueblos que sufren”.