“La opresión y la liberación son elementos que modifican el modo de ser de un pueblo y por tanto su modo de relacionarse. El pueblo de Israel configuró su historia desde la memoria de la dura opresión en Egipto y el proceso liberador que inspiró su fe en Yavé. La realidad de la opresión o liberación histórica genera y matiza el modo de ser y de relacionarse de un grupo humano. (Palabras del padre Napoleón García Anaya en el X Encuentro Nacional de Pastoral Afrocolombiana).
Si el Año Internacional de los Afrodescendientes pretende, fortalecer las medidas nacionales y la cooperación regional e internacional en beneficio de los afrodescendientes en relación con el goce pleno de sus derechos económicos, culturales, sociales, civiles, y políticos, su participación e inclusión en todas las esferas de la sociedad y la promoción de un mayor respeto y conocimiento de la diversidad, su herencia y su cultura según decreta la ONU; es indispensable tener una visión profética teniendo en cuenta lo dice el salmista, “Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (Salmo 124).
Esta postura política genera por supuesto muchas expectativas de las cuales no podemos distanciarnos. De alguna forma, es una declaración que suscita recuerdos de un 10 de diciembre de 1948, “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, un 21de mayo de 1851, “Abolición legal de la Esclavitud” o hasta la misma ley 70 de 1993 en el caso Colombia. Son todos esfuerzos de la humanidad que apartados de Dios no darán frutos. Desde los comienzos, Dios ha querido siempre que la humanidad viva en un estado de gracia, por eso las palabras del profeta Isaías. “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lucas 4,16-30 {18-19}).
Es por eso que el pueblo afro no puede desvirtuarse de la mano de Dios en su caminar y mucho menos desintegrarse en estos momentos tan importantes de la historia. Leyendo la historia patriarcal según lo que testimonia Génesis 12- 50, es evidente que los protagonistas de la revelación de Dios fueron siempre figuras individuales como son Abrahán, Isaac y Jacob. Eso podía decirse de las figuras que protagonizaron el cimarronaje desde el mismo continente africano hasta la configuración de los primeros Palénques en las Américas. Sin embargo, nos damos cuenta de que con el sufrimiento, el libro del Éxodo cobija los protagonistas “individuos” con los siguientes términos: padres o antepasados “Dile también a los israelitas: El Señor, el Dios de sus antepasados…me ha enviado a ustedes” Ex. 3. 15. Hemos ahí la novedad. El libro del Éxodo no exalta individuos o triunfos personales; deja emerger un pueblo, pueblo de Israel. Hace notar que de las setenta personas que habían llegado a Egipto con Jacob se multiplicaron de tal manera que llenaban toda la región (Ex 1: 5, 7). “Los tomaré a ustedes como pueblo mío, y yo seré su Dios. Así sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los libró de los duros trabajos a que habían sido sometidos por los egipcios. Los llevaré al país que prometí dar a Abrahán, Isaac y Jacob, y que les daré a ustedes en propiedad” (Ex. 6: 7-8).
Uno de los grandes desafíos que debemos plantearnos como pueblo afro es la unión que nos permitiría disfrutar de la gracia de Dios como comunidad. La opresión “ayudó” a que el pueblo de Israel se pensara como pueblo de Dios. Es por eso que viendo el dolor compartido no nos queda sino aunar los esfuerzos para aportar positivamente a la configuración de una humanidad renovada, unida y unificadora. El afán de liberar nuestros pueblos sin contar con la gracia de Dios (que radica en sentirnos comunidad) nos puede convertir en falsos patriarcas de la economía, de la política, de la cultura afro etc. pero sin que ello refleje realmente el año de gracia del Señor que proclama el profeta Isaías. Es por eso que vale la pena recordar el pasado compartido para que veamos la necesidad de soñar igualmente con un futuro compartido.
El padre Jesuita, Alonso de Sandoval, recordando aquel exilio compartido relata como testigo que los negros “van de seis en seis encadenados por argollas en los cuellos, asquerosos y maltratados, y luego, unidos de dos en dos con argollas en los pies. Van debajo de la cubierta, con lo que nunca ven el Sol o la Luna. No se puede estar allí una hora sin grave riesgo de enfermedad. Comen de 24 en 24 horas una escudilla de maíz o mijo crudo y un pequeño jarro de agua. Reciben mucho palo, mucho azote y malas palabras de la única persona que se atreve a bajar a la bodega, el capataz”. Sobre un cómputo de 29 barcos llegados a las Indias de forma consecutiva, de los 7.143 esclavos en las lejanas costas de África, sólo 5.551 llegaron vivos. La travesía duraba 50 días desde Angola a Cartagena de Indias y 40 desde Guinea. Debido al elevado número de muertes se autorizó al principio un recargo del 20 por ciento sobre el número de cabezas autorizadas por la licencia, en concepto de demasía para pasar más tarde al 40 por ciento. En los almacenes de destino fueron frecuentes las epidemias, incluidas las de viruela. Los esclavos continuaban viaje con destino a minas y plantaciones. De Veracruz a México aún quedaba un viaje de 17 días en mula.
Así pues, celebrando este año internacional de los afrodescendientes, el Señor le dice al pueblo afro como le dijo a Pablo en una visión nocturna: “No tengas miedo; sigue anunciando el mensaje y no calles. Porque yo estoy contigo y nadie te puede tocar para hacerte daño…” (Hechos 18, 9. 10).
Pidámosle a Dios para que este año arroje a la unidad de los pueblos y que se haga realidad la oración de nuestro Señor Jesús que podía interpretarse de la siguiente manera: “No te ruego solamente por los afrodescendientes, sino también por los que han de creer cuand
o los vean unidos. Te pido que todos ellos estén unidos; que como Tú, Padre, estás en mí y yo en Ti, también estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que Tú me diste, para que sean una sola cosa, así como Tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y Tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que Tú me enviaste, y que los amas como me amas a mi” (Juan 17: 20- 23).
o los vean unidos. Te pido que todos ellos estén unidos; que como Tú, Padre, estás en mí y yo en Ti, también estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que Tú me diste, para que sean una sola cosa, así como Tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y Tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que Tú me enviaste, y que los amas como me amas a mi” (Juan 17: 20- 23).
Pbro. Munyiri Venanzio Mwangi IMC
Delegado Arquidiocesano
Pastoral Afrocolombiana, Cali
14 de marzo 2011
1 Comment
Redacción Pastoral Afro Cali
Posted at 23:50h, 14 agostoEste artículo no aparece en la lista general del sitio porque no se registró bien el título. Favor corregir: los buscadores la ignoran y vale la pena.