El primer capítulo del libro del Éxodo inicia diciendo: Estos son los nombres de los Israelitas que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia; Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulon, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. (Ex. 1, 1-4).
Como si se tratara de una historia que vuelve a contarse pero en otros contextos, vemos en la historia del pueblo afroamericano una situación bastante parecida y que nos puede ayudar a encontrar en ella una historia de fe enmarcada en una manifestación permanente de Dios en medio de un pueblo que ha pasado por las “duras y las maduras” en su lucha para alcanzar la tan añorada dignidad de hijos e hijas de Dios.
La Asamblea General de las Naciones Unidas en su Sesión 64 aprobó declarar el año 2011 Año Internacional de los Afrodescendientes con el objeto de fortalecer las medidas nacionales y la cooperación regional e internacional en beneficio de los afrodescendientes en relación con el goce pleno de sus derechos económicos, culturales, sociales, civiles, y políticos, su participación e inclusión en todas las esferas de la sociedad y la promoción de un mayor respeto y conocimiento de la diversidad, su herencia y su cultura.
Como es común, es de esperar que esté año transcurra en medio de foros, conferencias, congresos, cumbres, encuestas, festivales, homenajes, declaraciones y manifestaciones espirituales y culturales de estos pueblos, tanto para el beneficio propio como también corriendo el riesgo de sacar de sus manos luchas que ellos vienen realizando al estilo cimarrón a partir de pequeñas micro-resistencias contempladas desde la base.
La Pastoral Afrocaleña, a demás de invitar a todos sus agentes a que participen de manera activa en todas las iniciativas que este año propicie; quiere suscitar una reflexión evangelizadora que permita a los mismos afrodescendientes igual que a toda la población de nuestra Arquidiócesis a que procuremos leer desde la fe lo que ha sido la historia afro en nuestro país. Así nos daremos cuenta de que tenemos un camino de fe para ofrecer al resto de la humanidad. Sólo desde la fe podremos contar con orgullo el Éxodo Afro encontrando la mano de Dios en los sufrimientos, en los atropellos y en todo aquello que sin Dios hubiera sido el fin de toda una población que sigue siendo fuerte en los contextos donde inicialmente llegaron en condiciones de esclavos.
Así como a Egipto llegaron unas familias con Jacob; a América latina llegaron las siguientes etnias africanas: Los Carabalí, los Lucumí, los Mandinga, los Ocoró, los Possú, los Mina, los Arboleda, los Quiñones, los Mosquera, etc.
Mientras que los israelitas fueron a Egipto por cuestiones de calamidades, la llegada de José quien después los acogió allá fue muy similar a la de los afrodescendientes. Los hermanos lo vendieron forzosamente a los ismaelitas por veinte monedas (Génesis 37). Los africanos fueron saqueados, desarraigados de sus tierras, por los españoles hacia Colombia y fueron traídos bajo fuerza para nunca regresar a sus tierras. Otros fueron vendidos a cambio de telas de color brillante, vidrios, botella de aguardiente, pólvora etc.
Poco a poco, igual que los Israelitas en Egipto, los afrodescendientes fueron creciendo. Por eso los egipcios (españoles) pusieron capataces encargados de someter a los Israelitas (negros) a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés (Cartagena, Baranquilla, Santamarta, canal del dique, etc. ), que el faraón, rey de Egipto, usaba para almacenar provisiones. Pero mientras más los maltrataban, más aumentaban (Ex. 1, 11- 12).
Según las estadísticas del banco interamericano de desarrollo sobre la población afrodescendiente (2004) y de la comisión económica de América Latina y el Caribe sobre población total (2005), la población afrodescendiente en América latina y el Caribe constituyen los siguientes porcentajes de la población nacional: Bahamas (69.0 %), Belice (40.5 %), Bolivia (1.6 %), Brasil (28.3 %), Colombia (16.3 %), Costa Rica (1.5 %), Cuba (54.7 %), Ecuador (8.7 %), Guyana (43.4 %), Haití (74.2 %), Honduras (4.0 %), Jamaica (88.5 %), México (0.5 %), Nicaragua (10.2 %), Panamá (56.9 %), Paraguay (2.7 %), Perú (8.0 %), República dominicana (68.3 %), Surinam (33.4 %), Trinidad y Tobago (39.0 %), Uruguay (4.9 %), Venezuela (8.0 %). En pocas palabras se estima que de los 590 millones de latinoamericanos y caribeños, unos 150 millones son afrodescendientes.
Más de 500 años después de esta experiencia dolorosa, existen en nuestros días, hombres y mujeres que aún están sanando las heridas de haber sido desarraigados de sus territorios; bien sea por la esclavitud, por la violencia, asesinato de los seres queridos etc. Conscientes del sufrimiento tal como deben haber sufrido los africanos esclavizados en Colombia y en América latina, elevemos nuestro grito al Señor en comunión con ellos orando con el Salmo 69.
“Sálvame, Dios mío, porque estoy a punto de ahogarme; me estoy hundiendo en un pantano profundo y no tengo donde apoyar los pies. He llegado a lo más hondo del agua y me arrastra la corriente. Ya estoy ronco de tanto gritar; la garganta me duele; ¡Mis ojos están cansados de tanto esperar a mi Dios¡ ”.
Para entender y vivir plenamente lo que pretende el año internacional de los afrodescendientes, es fundamental retomar el tema de la trata de los esclavos. Del mismo modo que el libro del Éxodo es realmente antes que Génesis a pesar de que Génesis es el primer nombre que se exhibe en la Biblia. Así mismo la memoria histórica debe tratarse antes de tocar el tema de los derechos de los afrodescendientes. La razón porque Éxodo es antes que Génesis es porque Israel nunca hubiera estado interesado en el mensaje del primer libro de la Biblia si Dios no les hubiera rescatado antes de
la esclavitud de Egipto y haber hecho pacto con ellos. Lo mismo nos pasa a nosotros como afrodescendientes; de nada sirve creernos hijos e hijas de Dios si no logramos percibir la mano de Dios en los acontecimientos históricos por desagradables que pudieron haber sido.
la esclavitud de Egipto y haber hecho pacto con ellos. Lo mismo nos pasa a nosotros como afrodescendientes; de nada sirve creernos hijos e hijas de Dios si no logramos percibir la mano de Dios en los acontecimientos históricos por desagradables que pudieron haber sido.
Pbro. Munyiri Venanzio Mwangi IMC
Delegado Arquidiocesano
Pastoral Afrocolombiana, Cali
22 de febrero 2011
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